Nos encontramos en un momento de cambios importantes, de transformación y esto no solo está impactando en los modelos operativos, en las formas en cómo nos organizamos, si no que de manera muy importante afecta a las personas, a sus prioridades, a sus emociones, a lo que desean y a cuanto están dispues tos querer entregar.

Estos cambios afectan de lleno a las organizaciones y principalmente a la función de personas y cultura de las organizaciones. Nos encontramos con que los modelos con los que gestionábamos las políticas de RRHH ya no valen, o al menos no de igual manera, tanto porque las organizaciones y sus prioridades han cambiado, como porque las personas tienen otras motivaciones, ilusiones y maneras de entender su papel en la organización.

Ejemplos como la gran renuncia de EEUU ponen de manifiesto todo esto. Las prioridades están cambiando, el bienestar, la gestión de las emociones, la salud no solo física, los entornos etc… cobran vital importancia más si cabe en un momento donde la escasez de talento es una situación con la que vivimos cada día, donde seguimos evidenciando una brecha entre el sistema educativo y las necesidades productivas.

Sin embargo, las necesidades prioridades de las empresas se mantienen. La obligatoriedad de continuar siendo competitivos y eficientes pasa necesariamente por mantener la ilusión de su gente por el proyecto buscando el engagement en las personas, donde la apuesta por el talento y el desarrollo de las personas es clave.